Ramana Maharshi

Ramana Maharshi

jueves, 29 de septiembre de 2011

40 versos sobre la realidad


¿Quien Soy YO?

Puesto que el deseo de todo ser vivo es ser siempre feliz, libre de todo pesar, puesto que en toda persona se observa que existe un amor supremo por el propio ser, y como sólo la felicidad es la causa del amor, para ganar esa felicidad que es nuestra propia naturaleza y que se experimenta en el estado de sueño profundo donde no existe la mente, uno debe conocer su propio ser. Para ello, el sendero del conocimiento, la indagación de la fórmula "¿Quién soy Yo?", es el medio principal.
Biografía de Ramana Maharshi

Venkataraman Ayyar nació el 29 de Diciembre de 1879, en la aldea de Tiruchuji, del distrito de Ramanad, estado de Tamil Nadu, en la India. Cuando tenía 12 años murió su padre, jurista de profesión; la familia se disolvió y él quedó al cuidado de un tío, radicándose en Madura hasta los 17 años, donde compartió juegos y estudios con sus compañeros de esa localidad. Allí estudió en la Scott’s Middle School y en la American Mission High School, mientras leía asiduamente libros religiosos.
Nada lo distinguía de sus compañeros excepto un sueño tan profundo que no había gritos, estruendos, golpes o traslados de su cuerpo que pudieran despertarlo. Pero, a esa edad, una experiencia interna lo transformó para siempre: estaba perfectamente sano y, repentinamente, tuvo una vívida y aterradora sensación de muerte (y es aquí es donde empiezo a notar algunas fantásticas similitudes con las experiencias de Sri Nisargadatta Maharaj, ya que a éste último le ocurrió lo mismo)(Leer el link con su biografía)
Fue en ese momento que tomó plena consciencia de su verdadera naturaleza eterna e independiente de su cuerpo, mente y personalidad.
Según sus propias palabras: “El terrible impacto del miedo a la muerte hizo que mi mente se dirigiera hacia adentro, y me dije ‘¿Qué significa? ¿Qué es lo que muere?’”. Muchas personas han relatado visiones parecidas, pero, en la mayoria de los casos, estas son transitorias y se logran después de largas y esforzadas prácticas (leáse meditación). En cambio, en el caso de Venkataraman, la “realización del Yo”, o sea, la experiencia directa de que nada existe fuera de la consciencia universal e indivisible, no sólo fue espontánea, sino también permanente e irreversible por el resto de su vida. Nunca volvió a tener la idea de ser una persona individual.
El 29 de Agosto de 1896, Venkataraman tomó algunas rupias (moneda de la India) y abandonó su casa para dirigirse a Tiruvannamalai y asentarse a los pies de Arunachala, una montaña sagrada ubicada a 200 kilómetros al sudoeste de Madrás. Las investigaciones geológicas han confirmado que es una de las montañas más antiguas de la Tierra. Según la creencia india, el dios Shiva permanece en la tierra en la forma de Arunachala.
Esa montaña siempre había ejercido una misteriosa fascinación sobre el joven. Durante diez años vivió en templos y cuevas de la zona, sumido en disciplinas de silencio y desapego, para lograr la purificación espiritual. Su estado de consciencia empezó a irradiarse, atrayendo cada día a más discípulos a su alrededor. Aunque él nunca aceptó veneración o trato especial alguno, sus primeros seguidores le dieron el nombre con el que se lo conocería en el mundo entero: Bhagavan Sri Ramana Maharshi (Bhagavan significa “Señor o Dios”, Sri es un título honorífico en la India, Ramana es una contracción de su nombre Venkataraman, y Maharshi o Maha Rishi significa “gran sabio” o “gran vidente” en sánscrito).
En 1922 los discípulos de Ramana construyeron un ashram, templo y centro comunitario al que afluían miles de visitantes de toda India y el mundo entero. El Bhagavan estaba a disposición de ellos las 24 horas del día, ya que vivía y dormía en sala de reunión y compartía a su vez las comidas que durante años preparó personalmente.
Trataba a todos -altos dignatarios, parias, animales- con el mismo amor, respeto y total humildad. Cuentan que a unos ladrones que entraron a robar al ashram y lo golpearon brutalmente, él les sirvió alimentos y los despidió con amabilidad. Y hasta los animales parecían percibir su estado de consciencia más elevado: las fieras y las serpientes se acercaban a él sin hacerle daño alguno.
Ramana Maharshi pasó medio siglo brindando ayuda espiritual a las almas en conflicto. Se considera que no fue un filósofo ni un brahmin (casta hindú similar a un sacerdote) instruido. No pretendía elaborar una doctrina, ni transmitir un dogma. Su enseñanza fluía espontánea y amorosamente desde lo más hondo de su corazón. Presentaba una religión del espíritu que permitiera la liberación total de dogmas, supersticiones y ritos.
Fue muy poco lo que escribió, y fue siempre en respuesta a una pregunta concreta de un discípulo. También sus respuestas orales -no existen grabaciones sonoras de estas, sólo anotaciones “vocacionales” de diversos asistentes al ashram- solían ser escuetas: no pronunciaba más que unas pocas palabras por día. Sin embargo, muchos han dado testimonio de que sus “enseñanzas silenciosas” eran su respuesta más directa y potente: en total silencio y quietud, Ramana Maharshi, emitía un poder que, automáticamente, aquietaba las mentes de quienes lo rodeaban. Las personas que pudieron recibir esta influencia la describieron como un estado de paz y bienestar inconmensurables.
La meta de toda búsqueda espiritual radica, según Ramana Maharshi, en lograr el estado que él obtuvo espontáneamente de joven: “la realización del Yo”. (A ese “Yo” superior que es el Ser Verdadero y Eterno, él también le aplicaba los términos de Corazón, Dios o Gurú, diferenciándolo del “yo” inferior o ego). Para la mayoría de sus seguidores, ese estado anhelado resultaba prácticamente inasible. Él intentaba dar a cada uno la ayuda acorde a su grado de evolución espiritual.
El camino más directo que Ramana Maharshi propuso para alcanzar esta meta es la autoindagación, centrada en la pregunta: “¿Quién soy yo?” (sorprendentemente, o no, esta es la misma pregunta sobre la que tambien machacaba Sri Nisargadatta Maharaj). Esta práctica va eliminando todos los impulsos de la mente hasta llegar a la Verdad Última de toda existencia. La consciencia permanente de ésta es la liberación que brinda paz y felicidad plenas.
Aunque la autorealización libera de las ataduras del cuerpo y del mundo, el Maharshi no creía que hubiera contradicción entre el Ser Verdadero y la acción. No recomendaba abandonar la vida activa para dedicarse a la meditación. La persona liberada tiene que poder transitar por el mundo como un actor que desempeña un papel en el escenario de la vida, sin perder la consciencia de que él, en realidad no es ese “personaje”. En tal sentido, lo que el Bhagavan hizo no fue tanto restaurar el viejo sendero hindú de búsqueda espiritual, sino crear uno nuevo, adaptado a las condiciones de vida modernas, un sendero que puede seguirse tanto en el bosque o la ermita, como en medio de la ciudad, el trabajo y la familia.
Ramana Maharshi enfermó de cáncer y murió el 14 de Abril de 1950, sentado en posición de loto y pronunciando la sílaba sagrada OM.